Bendito mestizaje, en estos tiempos de hoscas esencias identitarias. Las tierras altas de la ciudad de Ferrol, desde el magnífico otero que es el Muíño do Vento, abierto a las brisas marinas del sur que entran por la bocana de la ría, hasta la desaparecida puerta septentrional del recinto amurallado que fortificaba la ciudad y sus vertientes hacia la bahía fueron lugar de acogida de la población inmigrante del noroeste gallego. El espacio periurbano favoreció la existencia de una economía familiar mixta agroindustrial, con huellas vivas todavía ostensibles.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/ferrol/ferrol/2019/06/23/opa-canido/0003_201906F23C12992.htm