Será por la bulliciosa algazara de los chiquillos en los recreos de los tres colegios emplazados en el barrio, un campanilleo de pollitos que infunde alegría al entorno. Será por el inexplicable capricho del péndulo de la historia, que desplaza su aguja hacia el optimismo. Será por algún misterioso viento entusiasmógeno que sopla últimamente en esta acrópolis ferrolana. Será porque ya tocaba. Quién sabe por qué Canido está en racha en los últimos tiempos. Una racha con la brisa hinchando sus velas para navegar a orejas de burro.
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